Mario Javier Naranjo

Es un hombre que ha dedicado su vida al estudio de las transformaciones sociales a partir de políticas públicas. Mario Naranjo es un apasionado por la historia, ha sido testigo del nacer, morir y renacer

Mario Javier Naranjo

Mario Javier Naranjo 1024 575 BIP Barbacoas

Es un hombre que ha dedicado su vida al estudio de las transformaciones sociales a partir de políticas públicas. Mario Naranjo es un apasionado por la historia, ha sido testigo del nacer, morir y renacer de casi todos los rincones de Medellín y, desde que se puso en marcha este proyecto en el sector de Barbacoas, ha tenido la posibilidad de identificar, nuevamente, las necesidades apremiantes de esta comunidad. 

Barbacoas necesita la atención del Estado

Sociólogo, con especialización en administración pública, maestría en educación y un doctorado en estudios organizacionales, su vida como académico e investigador se ha cruzado con varios años de experiencia en la gestión pública, específicamente, en programas de infancia y adolescencia.  El grupo de investigación que desarrolló este proyecto trabajó a partir de dos componentes, el social y el creativo. Su participación se centra en el primero, específicamente, en el tema de políticas públicas. 

El profesor Naranjo asegura que, aunque siempre ha recorrido las calles del sector y sabe de sus necesidades, algo distinto se activó en él con la ejecución de este proyecto.

“Para mí ha sido muy importante evidenciar la realidad social, cultural, política y económica de este sector. Esto nos conmueve como seres humanos y desde la academia queremos hacer este aporte para que la sociedad, la institucionalidad y la municipalidad lo conozca y sepa, por otras miradas y otras voces, lo que allí ocurre y que cada vez se vuelve más complejo. Lanzamos un grito desesperado para que las problemáticas de Barbacoas sean atendidas, que las políticas públicas existentes tengan el sentido y el impacto que se espera desde su formulación”

¿Qué políticas públicas se requieren para resolver las necesidades más apremiantes que tiene la comunidad?

“El centro de la ciudad hace parte de la comuna 10 de Medellín. Desde 1996, se nombró un gerente zonal, como parte de una estrategia de intervención a las problemáticas del centro de la ciudad. Desde entonces, se han venido desarrollando una serie de políticas entre ellas la que reglamenta la ley 1098 de 2006 que es la Ley de Infancia y Adolescencia. Incluso, a mí me tocó cuando estuve trabajando como servidor público. En la Alcaldía de Alonso Salazar, me delegó la responsabilidad de Infancia y Adolescencia, la implementación del acuerdo y de la política pública, que se gestó para reglamentarla. Estos son mecanismos para estructurar y definir la política pública para la ciudad y para el centro de la ciudad, en particular donde confluye toda la comunidad. Según recientes estudios de ‘Medellín cómo vamos’, en el centro de la ciudad transitan diariamente 1’200.000 personas, de los 2’600.000 personas que habitan Medellín. Por lo tanto, estas políticas públicas tienen un radio de acción muy importante para la comuna 10, que es la más problemática de todas y que corresponde al centro. Se requiere un mayor compromiso porque las políticas se construyen a partir de la base de la comunidad, se implementan y se evalúan posteriormente a través de la misma comunidad a través de veedurías, y precisamente, esa última parte no funciona muy bien por ese distanciamiento que hay frente a lo público, no le creemos al Estado y, a veces, lo vemos como nuestro enemigo”. 

¿Cómo se debe impactar a las nuevas generaciones con estas políticas?

“Desde 2006 está vigente la política pública de infancia y adolescencia, pero su aplicación no se percibe. En 2019, el Concejo de la ciudad derogó el Acuerdo 084 de 2006 y expidió un nuevo Acuerdo Municipal, el 143 de 2019, que definió una nueva política de infancia y adolescencia para la ciudad. En el caso específico de Barbacoas, donde hay tantos niños en condición de calle, pasando abusos y abandono que deberían beneficiarse de dicha política. 

En el barrio hay una líder de la comunidad que cuida a los niños que quedan solos en sus piezas de inquilinato para que las mamás de estos menores puedan salir a trabajar. Esa labor la debería hacer la Alcaldía, porque para eso existe la política, pero creo que no funciona por desconocimiento de la misma comunidad y una mayor presencia de la Alcaldía con programas que atiendan estas problemáticas. 

También existe la política de juventud, la del habitante de calle que impacta al centro de la ciudad. En total, son cinco políticas públicas que están en plena vigencia, pero que no se implementan como lo ordena la misma y vemos cómo los problemas del centro se multiplican porque la ciudadanía no se ha empoderado y el Estado muchas veces hace oídos sordos para dar cumplimiento a dichas políticas”. 

¿Qué se debe hacer frente a esas falencias de una comunidad que desconoce sus derechos y de un Estado que no escucha?

“Se necesita mayor empoderamiento de la comunidad y mayor responsabilidad por parte del Estado para que las problemáticas no se desborden”. 

¿Por qué no se hace más para que las administraciones de turno actúen eficientemente en la implementación y cumplimiento de las políticas públicas?

“Creo que hay que insistir en convocar a la comunidad, que es la más afectada por los problemas existentes, para que ejerza participación y reclame; pero, creo que también existe un divorcio frente al Estado y la gente le cree poco a lo público; es más, en muchas ocasiones lo miran con desprecio; por ejemplo, la fuerza pública que hace sus recorridos por estas calles tan conflictivas y con tantas dificultades, el policía es visto como un aliado, que no debe ser en el sentido de tergiversar la función de la institución, o como un enemigo. Y eso no puede ser así, una sociedad que se precie de tener una cultura política, una cultura de lo público, no debería permitir ese tipo de conductas. Entonces, acá en Colombia se da eso, porque somos una sociedad bastante inmadura en muchos aspectos, donde falta mucha cultura política”.

¿Qué lectura hacen los habitantes del sector del resto de la ciudad, o más específicamente del centro, cómo cree usted que un vecino de Barbacoas puede describir a alguien de afuera de este entorno?

“Ellos se sienten estigmatizados indudablemente, ese ejercicio de comparación de cómo me veo yo frente a un habitante de El Poblado, Laureles y otras centralidades de la misma comuna 10, como la zona cerca al Paraninfo de la Universidad de Antioquia, que ya es un polo cultural, económico, social y político muy importante, que está liderando la Alcaldía de Medellín y otras empresas públicas y privadas. 
La pregunta que hago es cómo hay sectores en recuperación, pero sigue el abandono de Barbacoas, una zona cada vez más deprimida y violentada, con ausencia evidente de lo público. Estas brechas entre habitantes de la misma comuna producen la percepción de que no hay futuro. ¿Por qué unos sectores tienen atención del Estado y nosotros no?, ¿Por qué nosotros somos los olvidados, por qué lo peor nos toca a nosotros?, se preguntarán ellos. Ese ejercicio de comparación como ciudadanos, como seres humanos, hace pensar en exclusiones. Si yo me siento excluido, pues yo no participo, si me siento excluido pues yo acudo a otras instancias para hacerme visible, para hacerme sentir, respetar, en definitiva, para que me escuchen. Esa es la dinámica que ocurre en estos sectores donde el Estado es tan ausente”.

¿Qué aspectos cree que es importante que el ciudadano del resto de Medellín conozca de Barbacoas?

“Hay realidades que confluyen allí y afectan a los niños que ningún ser humano, por duro que le haya tocado vivir, asimila con facilidad. ¿Cómo es posible que a una cuadra de la Catedral Metropolitana esté sucediendo esto?, pasar por este sector después de las 8 de la noche no es agradable; entonces, es también un ejercicio de juzgamiento o de responsabilidades, ¿Por qué la Alcaldía, que se precia de ser una administración moderna, con recursos importantes para intervención social, permite situaciones tan degradantes? Esto produce una desazón impresionante, a mí me impacta mucho la explotación de los menores de edad en todos los órdenes: económico y sexual. Esa es una realidad que ninguna persona ni el Estado debería permitir”. 

¿Se ha pensado en trasladar los resultados de este proyecto de investigación a la administración municipal?

“Por supuesto, el primer acercamiento que tuvimos fue con la gerente del Centro Mónica Pabón Carvajal. En febrero de 2021, nos atendió y se mostró muy interesada, sin embargo el apoyo ha sido muy poco. Teresita Rivera, que lleva más de 20 años en el sector, y es una persona muy reconocida por las fuerzas vivas que hacen presencia en el sector, como otras ONG, trabaja muy sola porque el Estado se muestra distante, excepto cuando llega la prensa, ahí sí hace presencia, pero cuando se requiere el apoyo y la vinculación efectiva a estos proyectos de transformación, no se ve la institucionalidad. 

Entonces, debo reconocer que desafortunadamente la gerencia del Centro está muy distante. Uno de los alcances que tiene el proyecto es dar a conocer el resultado de esta investigación, que tiene recursos por 473 millones de pesos, entre los 243 millones aportados por el Ministerio de Ciencias y los demás de las instituciones participantes, aportados en especie por el pago de sus docentes investigadores. Nos asiste la responsabilidad de dar a conocer las conclusiones del proyecto, ese es uno de los ejercicios que estamos haciendo y considero que vale la pena llevarlo a otras instancias como el Concejo y la administración municipal”.