La obra se llama La cuadra entonada, un mural que retrata la belleza, la sensibilidad, el potencial y los valores que residen en Barbacoas. Un mural que se ve y se vive como una fiesta perpetua.
Una simbiosis de alegría y creatividad para entonar la cuadra.
Un día de diciembre en 2021 las imágenes empezaron a reptar decididamente por el muro, las líneas migraban, subían y se transformaban, fueron creando ideas concretas de objetos sin sentido: una silla de plástico, una cola de perro, una llanta, una teta. Las líneas establecieron un puesto de tinto, una carreta de micheladas, un partido de fútbol y la venta de minutos. ¿Minutos de qué, para quién?
Las líneas tienen padre y madre, parece que también tienen un abuelo. Construyen una idea de familia, hay hermanos, hay amigos, hay música, las notas también son líneas en el muro. Corren los días de diciembre y las jornadas de sol finalizan con la novena y sus expectativas infantiles. Se forman noches estrelladas en el muro, brillan constelaciones rojas, verdes y amarillas.
El muro se deja acariciar. El muro preside una calle que está repleta de gente, de historias y que, conforme se aproxima el “año entrante”, va perfilando una personalidad compleja y extraordinaria. El muro ahora se llama mural, el mural se llama La cuadra entonada. Entonada de color, de música, de arte y de historias que son el reflejo de cada uno de los que concibieron, rayaron, acariciaron esa obra de arte colectivo, de cocreación, que hace parte del proyecto de investigación Prácticas de Resistencia y Valores Identitarios de Barbacoas.
La obra fue una propuesta del maestro Omar Ruiz Hidalgo, uno de los investigadores del proyecto, y contó con el aporte del artista Jorge Alonso Zapata. Por este motivo, para hablar del mural y para entender el espíritu de La cuadra entonada, tenemos que devolvernos muchos años a recorrer el camino creativo que ha trazado Jorge Zapata en el sector de Barbacoas.
Que las paredes hablen
Antes de ser artista Jorge era técnico judicial de la Fiscalía. Sus recorridos laborales en la noche abrieron su sensibilidad a nuevas formas de belleza y a explorar espacios donde se sentía cómodo y encontraba inspiración. Varias veces pasó por Barbacoas en funciones judiciales y desde esos primeros recorridos hubo magnetismo. “Cuando decidí dedicarme a la pintura, el primer acercamiento que tuve fue con un habitante del sector de Barbacoas a quien le dije que quería pintar unos murales y él me llevó a La Perla, que era la plaza de vicio más grande que había en ese entonces. Allí me mostró ese lugar y recuerdo que yo le dije que un día iba a pintar el lugar por dentro. Él no me creyó, pero al cierto tiempo regresé y estuve pintando todos los días durante 3 o 4 meses. Pintaba murales, muros, paredes y eso fue como una presentación en sociedad, en esa sociedad particular. A raíz de esto se empezaron a generar una cantidad de vínculos e historias con la comunidad”, cuenta Jorge Zapata.
El maestro recibió una suerte de autorización tácita para transformar los espacios y así se apropió de algunos muros. “Me dijeron que nadie me iba a decir nada y que podía hacer lo que quisiera en los espacios, entonces empecé a pintar directamente en las paredes, sin bocetos, de una manera muy espontánea, no era nada predeterminado, simplemente arranqué y, a medida que iba trabajando, fue surgiendo la obra, se fue encauzando”. Desde hace más de dos décadas, Jorge Alonso Zapata le ha entregado al sector todo su potencial, convirtió su obra en un referente internacional y ha aportado a la construcción de identidad en una comunidad que se abre camino en medio de infinidad de adversidades.
Su trabajo le da color a la vida que parece opaca para los habitantes del barrio. Habitantes, decimos, pero Zapata hace la claridad de que si bien allí hay familias asentadas desde siempre, este pequeño entramado de calles adyacente a la Catedral Metropolitana de Medellín, es habitado por una población flotante, que nunca ha sido claramente caracterizada y así como llega, se va. Por ejemplo, migrantes de otras ciudades que pasan dos semanas, tres meses, seis meses y luego encuentran otro destino. Hay gente que va todos los días pero vive en otro sector de la ciudad. Eso hace que el barrio sea atípico.
Jorge empezó pintando muros en Barbacoas hace 22 años. Jíbaros, prostitutas y vendedores ambulantes han sido dibujados por él. “Mi labor ha sido pintar personas, situaciones y el acontecer del sector. Había un muro que tenía casi escriturado, porque cada cierto tiempo yo volvía a recrearlo. Primero, pinté las personas de esa calle, después hice un pesebre de Navidad, con gente del sector que representaba a José, María y los pastores. Eso fue gracioso porque los vecinos se veían reflejados en el espacio y les generó sentido de pertenencia”.
Para él, la experiencia artística en el sector ha sido especialmente generosa y, gracias a ella, asegura que ha construido lazos de amistad muy fuertes que se han conservado por años. Y a fuerza de verlo pintando muros, los jóvenes del barrio se dejaron seducir por los pinceles y los vinilos. “Entonces, se convirtió en un proceso comunitario en el que desde los pelados más chiquitos hasta los más grandes me preguntaban si íbamos a pintar. Esto ha tenido un efecto maravilloso pues pintar colectivamente es un proceso amistoso, que no genera resistencias ni presiones. Es distinto a lo que pasa, por ejemplo, con la fotografía, porque cuando llega alguien con una cámara, la gente se siente intimidada, observada, se vulnera su intimidad con un artefacto. En cambio con el dibujo se estrechan lazos de amistad, es muy diferente”.
Las obras de Jorge Zapata traducen la realidad y generan una atmósfera que se convirtió en el escenario propicio para que otros artistas, desde otros roles, también se acercaran al barrio. Así fue como llegó a Barbacoas Omar Ruiz Hidalgo, miembro del equipo investigador de este proyecto. Artista plástico y docente de la Fundación Universitaria Bellas Artes, el profesor Omar ha hecho de las calles en Medellín un espacio para la reflexión estética permanente desde el arte.
La obra de cocreación que se elabora como parte de este proyecto con el mural La cuadra entonada, fue una idea del profesor Omar. Se buscaba que el resultado plasmado en el muro reflejara la diversidad de perspectivas de quienes harían parte de la concepción y ejecución del trabajo: Jorge Zapata fue el artista invitado, la conceptualización la harían los investigadores, con los niños y jóvenes del barrio en los talleres, la ejecución, bueno, la ejecución se convirtió en una fiesta con toda clase de invitados.
Proceso creativo del mural
“Llegar a la concepción del mural se dio de manera muy orgánica porque Omar ha estado involucrado en procesos similares previamente, hemos trabajado juntos, la comunidad ya nos conocía y el ambiente fue propicio. La gente me preguntaba con frecuencia que cuándo íbamos a pintar” Jorge Zapata.
Mirémonos hacia adentro
El ejercicio pedagógico estuvo liderado por Omar. Se realizaron tres talleres que fueron acompañados por el equipo de investigadores. En los talleres participaron 10 chicos entre los 7 y los 25 años. Durante ese primer ejercicio, ellos debían escribir sobre la cuadra y de ahí salieron detalles extraordinarios, como las descripciones de una noche estrellada de Van Gogh sobre el cielo de Barbacoas, o de una flor que brota de una grieta del mismo cemento gris y áspero que recorren los vendedores ambulantes del barrio.
En una segunda actividad visitaron el taller de Abraxas Aguilar, maestra del collage, para que vieran conocieran esa técnica. Después trabajaron con ellos en crear un collage de la cuadra. En el tercer y último ejercicio, Omar orientó a los chicos en la aproximación de bocetos para el mural, basados en los relatos y las imágenes que habían creado previamente.
El maestro Omar Ruiz explica que el propósito de los tres talleres era lograr contenidos significativos sobre lo que es habitar el territorio, desde la mirada de los niños y jóvenes. “A partir de ese resultado, se concreta la idea del mural como una expresión de la comunidad, con lo cual gana complejidad, pues para nosotros, desde afuera, es fácil plasmar lo que hemos visto o lo que nos han contado del barrio, otra cosa es la vivencia directa que han tenido estos niños y jóvenes en la comunidad. La idea del mural era que la voz de ellos estuviera en la obra con plena identificación, honestidad y fuera un producto de ellos, que los investigadores fuéramos solo mediadores para ayudar a que ahí estuviera reflejada su historia.
La constitución del mural resulta de revisar el material de los talleres y clasificar conceptos: las que eran experiencias de vida, los símbolos que surgieron, los personajes que ellos identificaron, se clasificó la información y se privilegiaron las temáticas e imágenes que ellos aportaron. Con eso me senté a construir. Encontré elementos literarios, otros simbólicos y otros muy anecdóticos del día a día en el sector y así se fueron armando los distintos trozos de la obra y la clasificación de los personajes”.
Padre, madre, abuelo, fiesta, perros
Esas porciones de la obra incluyen a quienes identificamos inicialmente como padre, madre y abuelo, que si bien no tienen ese vínculo de sangre, representan esas figuras en el inconsciente colectivo de la comunidad: Jorge Zapata, quien sembró la primera semilla creativa en el barrio; Teresita Rivera, gestora cultural y fundadora de la corporación Ítaca, y el Gallero, un personaje mítico de la comunidad. “Hice los retratos de Jorge, Tere y el Gallero y se definieron tres espacios para que Jorge dibujara lo que la gente había dicho.
Entonces en la pintura no solo está la mano de Jorge, que es muy fuerte porque su lenguaje artístico y visual es muy reconocido, sino que también está lo que pintaron los pelados, por ejemplo, los perros los hizo un muchacho con su particular forma de dibujar, la flor la pintó otra persona, las letras otra persona, fue definitivamente una creación colectiva”.
Finalizar el mural tardó dos meses, con varias jornadas de trabajo a la semana. El proceso evidenció que la cultura y la creación artística son aglutinantes. Cuentan Jorge y Omar que cuando empezaron a pintar la gente simplemente iba apareciendo porque le resultaba seductor intervenir el mural. “El que pasaba por allí como parte de su jornada de trabajo, pedía permiso para que lo dejaran pintar, incluso, personas que no vivían en el sector hicieron parte del proceso. Por ejemplo, un señor venezolano que pasaba casualmente nos contó que él pintaba en su país los carteles de los cines, y que quería hacer su aporte, y claro, lo hizo y allí está para apreciarlo”.
Jorge Zapata dice que esta cocreación sirvió como eje integrador entre la comunidad y bajó la guardia de muchas personas. Cuenta que mucha gente que ha conocido en las ollas de vicio y tienen un mundo completamente ajeno al arte, también expresaron curiosidad e interés por el mural. “Los mismos que he visto robando o traficando me decían, ¡ey! pintor, muy bacano lo que estás haciendo. Creo que esto ha sido una especie de eje que une a las comunidades a través de la estética, de una manera muy particular y percibido por cada cual de una manera única, no se puede hablar de cánones o estándares, cada quien tiene una visión muy personal”.
Omar Ruiz añade que el logro más importante se fundamenta en los lazos que se generaron entre la comunidad. “Los pelados se hicieron más amigos entre ellos y luego con nosotros, porque ya nos reconocen, nos saludan, nos recuerdan y nos preguntan cuándo vamos a hacer otro mural. Esto se convierte en tejido social y creo que es lo primordial en una comunidad, porque la unión hace posible que los problemas se enfrenten y se busquen soluciones, que haya sentido de pertenencia y defiendan su territorio como espacio propio”.
Es importante hablar de arte, hacer arte, dejar que el arte transforme. “Si uno va por la vida solo pensando en la supervivencia, en comer, dormir, trabajar, no es posible crear transformaciones profundas. Pero si está pensando y mirando su forma de vida, reconociendo las memorias que nos unen como un devenir en común, empiezan a tener sentido de comunidad y buscar un camino común. El logro de este mural es que cuenta varias historias, la vida de las personas que habitan el territorio, y permite que quien pase por enfrente de ese mural lea el territorio, es una conversación con los habitantes y visitantes. Marca un precedente de una comunidad que se piensa y que construye. No solo es entretenerse, sino aprendizajes y unión lo que deja este proceso” concluye Omar Ruiz Hidalgo.
INFOGRAFIA
Dirección del proyecto: Coppelia Herrán
Coordinación y dirección artística del mural: Omar Ruiz Hidalgo
Artista invitado: Jorge Alonso Zapata.
Participantes invitados: Semillero Jóvenes – Nueva Generación Barbacoas
Mediación digital y diseño interactivo: Andrea Cuenca
Investigadores: Mario Naranjo, Teresita Rivera Ceballos, Juan Alejandro López, Stiven Bohórquez, Juan David Manco, Andrea Cuenca, Alejandra Betancur, Maryumi Sierra