Teresita Rivera Ceballos

Teresita Rivera Ceballos

Teresita Rivera Ceballos 1024 575 BIP Barbacoas

Es una de las pocas personas que conoce a todas las familias que viven en el sector. Los conoce por nombre, apellido, sabe quiénes son los niños de esas casas, cuántos años tiene cada uno, en qué colegio estudia, si es que lo hace. Tere sabe qué quieren ser cuando grandes esos que hoy son niños, sabe qué tipo de artista potencial vive en cada uno de ellos, sabe qué quieren en Navidad.

Teresita tiene alma, corazón y vida en Barbacoas

Tere conoce las familias, las historias, los secretos, las verdades y los delirios de cada casa. También sabe quién es nuevo, quién es de toda la vida, quién es de toda la vida, pero no vive allí, quien vive ahora, pero se va dentro de poco, quién pasa fugazmente y quién obtiene beneficios inmerecidos en ese lugar donde hay quienes no encuentran cómo satisfacer sus necesidades básicas.

Ella, que no vive en el barrio, pero se siente en casa cuando está allí, es la líder comunitaria por excelencia, fundadora de la Corporación Ítaca, que durante los últimos 20 años, ha promovido acciones en beneficio de los niños, jóvenes y mujeres del sector. La vida en Barbacoas pasa ante los ojos de Teresita. “Siempre he tenido vínculos afectivos con el sector. Desde chiquita veníamos al centro con mi abuela, primero íbamos a la retreta y después a casa de los Vieco. Luego hubo una época con muchos teatros en la zona, los estrenos más importantes del cine se daban ahí. Era una zona muy marcada por la cultura y el arte y ese es un tema que siempre me ha interesado, desde niña”.

“Los niños y jóvenes de Barbacoas simplemente quieren que los dejen tranquilos, viviendo sus vidas, sin ser juzgados todo el tiempo. Pero, también, piden oportunidades, especialmente de educación y empleo. Necesitan formación para el empleo, por ejemplo, hay cinco chicos haciendo su carrera, lo que les interesa es poder terminarla y conseguir un buen trabajo”.

¿Cómo nace la Corporación Ítaca? 

“Con unos amigos cercanos, entre ellos el artista Jorge Zapata, visitábamos con mucha frecuencia la zona, íbamos a los espacios que había para socializar y encontrarse. Luego, Jorge empezó a pintar en Barbacoas y eso me acercó más directamente al lugar. Fue en ese momento que empecé a sentir angustia de ver tantos niños en la zona, que no tenían ninguna opción, ni para el tiempo libre, ni para la educación. Allá no hay escuelas, los niños que pueden estudiar tienen que desplazarse hasta San Benito, a Boston, incluso Campo Valdés. 

La calle estaba inundada de personas consumiendo drogas, ese no es ambiente para un niño. Entonces, con Jorge decidimos crear la corporación. Un día, por la época de diciembre, una mujer de la comunidad le dice a Jorge que pinte un mural con un pesebre. Él aceptó la invitación de la señora y empezó a pintar el mural, solo que en vez de José, María y los pastores, decidió plasmar a la gente del barrio, a los miembros de la comunidad. A él se le ocurrió la idea de celebrar la Navidad, con la pintada del mural. Eso fue en diciembre de 2006. Se celebraron las fiestas y empezamos a recoger regalos para los niños del barrio. Esa Nochebuena 35 niños recibieron su regalo de Navidad y desde ese año, cada diciembre entregamos regalitos a los pequeños. El año pasado 230 niños estuvieron en la fiesta navideña”.

Pero sabemos que Ítaca va mucho más allá, los regalos fueron una manera de empezar, pero el trabajo trasciende ¿Qué más hace la Corporación y cómo lo hace?

“Queremos brindarles oportunidades, opciones de estudio, vincularlos cuando no están en la escuela, asesorarlos en su perfil personal y profesional. Por ejemplo, uno de los chicos del semillero no sabía qué estudiar, cómo presentarse a la universidad, nosotros le dimos la orientación que necesitaba, le ayudamos a organizar la documentación. Cuando entró a estudiar conseguimos donaciones para que tuviera un computador, ese tipo de cosas son importantes para ellos. 

Durante la pandemia empezamos a recibir mercados, de eso se deriva que haya un señor que cada dos meses me regala 10 o 15 mercados. Aunque no tenemos sede, nos movemos entre la casa de Abraxas, una artista del sector y el taller de Jorge. Con el tiempo se han vinculado algunas entidades a brindar apoyo con otras actividades como talleres de música, de origami o actividades de recreación, pero es muy esporádico. Hay una entidad que se llama Casa Tres Patios, con la que hemos tenido muy buenos vínculos y nos están ofreciendo un programa de recreación para los niños los fines de semana, ese tipo de cosas son importantes y marcan una diferencia”.  

¿Cuál cree usted que es el aporte que recibe la comunidad con este proyecto de investigación?

“Creo que, en la medida en que todas las actividades relacionadas con esta investigación tienen que ver directamente con ellos, con sus vivencias y sus historias, eso genera apropiación, se validan sus identidades, la forma como miran el territorio y, además, les permite abrirse un poco más a otras personas. Por ejemplo, eso pasa con las chicas trans: ellas siempre han pensado que quien llega las busca con un interés sexual, transaccional. El proyecto Galería Divas permitió que ellas vieran que algunas personas simplemente quieren invitarlas a un tinto, conversar, sin que medie un interés diferente. De otro lado, es importante ver cómo la gente de la comunidad se vinculó a todas las actividades que hicimos, conocieron otras vidas, se relacionaron con otro tipo de personas, eso generó un gran impacto en la comunidad”. 

¿Qué espera la gente de la comunidad de un proyecto como este? 

“Ellos simplemente quieren que los dejen tranquilos, viviendo sus vidas, sin ser juzgados todo el tiempo. Pero, también, piden oportunidades, especialmente de educación y empleo. Necesitan formación para el empleo, por ejemplo, hay cinco chicos haciendo su carrera, lo que les interesa es poder terminarla y conseguir un buen trabajo”.

¿Esos jóvenes son los que hacen parte del semillero de Barbacoas? 

“Pues sí. Se nombra semillero a partir de este proyecto, pero son realmente un grupo de chicos que ha estado con nosotros desde muy pequeños pintando los muros, participando en los talleres. Lo que hacemos con ellos es una especie de seguimiento de sus aspiraciones y ver cómo podemos ayudarles a crecer sobre ellas. Corporación Ítaca no es una entidad próspera, todo lo hacemos con nuestros propios recursos y con la autogestión que podemos realizar, pero eso nos ha permitido movernos para estar pendientes de estos jóvenes, de sus necesidades. 

Hubo una época en la que tuvimos proyectos con la alcaldía y nos sirvió mucho, pero eso no ha pasado en las dos administraciones anteriores (2016-2019 y 2020) y ahora los proyectos de Presupuesto Participativo se van a las universidades, en realidad entidades sociales como la nuestra no tenemos chance de nada. Eso nos ha limitado mucho para acompañar a estos pelados”.

¿Cómo puede describir ese grupo de chicos, qué los caracteriza, qué les gusta?

“Este grupo al que llamamos semillero, son hijos de las familias que viven en la comunidad de Barbacoas. Ellos han crecido juntos, son amigos desde pequeños y nosotros hemos tenido el privilegio de verlos crecer. Si algo los caracteriza es su amor por la lectura, son ávidos lectores. En mucha parte por la influencia que ha tenido sobre ellos el Gallero, a quien han visto desde siempre leyendo muy buena literatura. Cuando recibimos donaciones de libros, el Gallero se queda con la mitad y uno de ellos, Mateo, se queda con la otra mitad. Ellos van leyendo y rotando las obras con el resto del grupo luego las discuten. Yo creo que eso hace que este grupo de chicos sea tan especial, ese contacto con los libros les genera el interés por estudiar”.

¿Cómo fue su primera vez en Barbacoas? 

“Cuando Jorge estaba pintando La Perla, que era lo que llamamos una ‘olla de vicio’, me pidió el favor de que le llevara unas pinturas. Afuera de ese sitio había una tiendita y entré allá, mientras Jorge salía a recibirme. En ese lugar había un chico atendiendo y me di cuenta de que estaba un poco esquivo a que yo lo viera. Luego me di cuenta de que era un estudiante que había tenido hacía años. Eso para mi fue impactante porque él era un joven que estudiaba en un instituto de comercio y me dolió verlo ahí, como sin esperanza ni oportunidades. Luego entré a conocer el proceso de Jorge en ese lugar y realmente que esa experiencia te marca”.

¿Cómo ha cambiado el perfil del habitante de Barbacoas en los últimos 10 años? 

“Mucho, es muy evidente. La migración venezolana ha modificado mucho la dinámica social. Ha significado cosas buenas, como emprendimientos bonitos, la señora que hace pasteles, el chico que hace tatuajes, la pareja que tiene un restaurante; pero, también, por la misma necesidad, se ha visto un incremento grande en el microtráfico y la delincuencia”. 

Se ha visto que incluso dentro de la comunidad LGBTQ+ se presentan conflictos, exclusiones y discriminaciones ¿Cree que este tipo de intervenciones ha permitido suavizar las fricciones entre ellos?

“Creo que sí. Hemos sido los únicos que se han atrevido a tener en un mismo espacio, conversando alrededor del arte, a los homosexuales, lesbianas, trans, cisgénero, a drag, y a las disidencias sexuales y de género de la ciudad. Todos en un mismo lugar, a la misma hora, en una actividad de arte y cultura en nuestro espacio cultural y Galería Divas. Allí se compartía el respeto por las identidades, respeto por la otredad, sin una mirada compasiva, sino igualitaria, en donde el factor más importante deja de ser la marginalidad, o tus preferencias sexuales o lo que hagas para ganarte la vida o si no haces nada, lo más importante es lo que podamos hacer juntos. Sin estigmas, todos eran importantes”.

¿Alguna vez podrá reconciliarse lo sagrado con lo profano que conviven tan cerca en el sector?

“No creo. Esta relación ha estado siempre presente en el devenir de Barbacoas, solo será posible cuando la mirada sobre lo humano supere la mirada sobre los dogmas y la falsa moral”.

¿Cómo ve la gente del sector, población flotante o no, al resto de la ciudad?

“Los niños de Barbacoas se mueven como pez en el agua en su calle, no conocen mucho de la ciudad. Nosotros hemos tratado de llevarlos a exposiciones, a teatro, a que vean el mundo. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que para ellos ese es su entorno seguro, si tienen que salir del barrio a trabajar o por lo que sea, saben que al regresar están sus familias, su espacio, su realidad. Ellos en Barbacoas tienen la seguridad que no encuentran en otros barrios, son como son, sin tapujos, sin esconderse”. 

¿De las formas de violencia que ha padecido el sector, cuál es la que ha dejado las peores cicatrices? 

“La trata de personas, la explotación sexual y el microtráfico. Hay grupos al margen de la ley que esperan cualquier oportunidad para convertir a una niña o a un niño en trabajadora sexual. Eso es terrible y la verdad es que es muy poco lo que se puede hacer porque es un territorio olvidado”.

¿Qué futuro se imagina para estas nuevas generaciones? 

“Ahora que están estudiando, haciendo sus carreras, yo creo que es ideal que puedan tener un trabajo digno, disfrutar la vida de sus familias. Ellos aman su territorio y su búsqueda no es irse de allí, no tendrían por qué hacerlo. Otra cosa que es fundamental es que hay muchos bienes allí que están en procesos de extinción de dominio y que podrían ser usados por entidades que de verdad trabajen por la comunidad, en vez de venderlos a particulares que los usan para actividades también de explotación. Es muy triste tener que trabajar en la calle siempre con los niños por falta de un espacio digno, es mucho lo que podríamos hacer si tuviéramos un centro cultural, o un centro juvenil”.

¿Cuáles cree que son las prácticas de resistencia más destacadas de este sector?

“Hay una interna y otra externa que son vinculantes. Las estamos organizando en un libro. Por un lado, está el trabajo de Jorge que, a través de la pintura, visibiliza la problemática de la zona. Otra es a través de los poemas que ha escrito el Gallero. Estoy ya terminando una separata en la que vamos a hacer ese ejercicio poético, que es muy representativo porque una persona que ha vivido el consumo durante 30 años e, incluso, en las peores circunstancias, conservó casi todo lo que escribía y es muy valioso. Este es un hombre que en medio de sus consumos más impresionantes veía cualquier papel y lo usaba para escribirlo todo, vaciar en palabras lo que estaba sintiendo. Esa es una práctica de resistencia brutal y hermosa al mismo tiempo. Podríamos decir que encontramos a un Helí Ramírez en Barbacoas. 

Otra forma de resistencia es la que ha demostrado Santiago y su familia, que viven allí hace 25 años y han trabajado con estibas, fabrican muebles, hacen bases de camas. Santiago hace chazas y en su casa, que es un inquilinato, si allá llega un venezolano que quiere trabajar en algo, Santiago le hace una chacita para que trabaje y se la vende muy barata. Ese es un trabajo hermoso de resistencia”.