A Coppelia le gusta la calle. Le gusta recorrerla de día, de noche, acompañada de estudiantes, amigos, sola, siempre observando. La calle ha sido objeto de estudio para ella, analiza la disposición de las cosas en la calzada, la manera que tienen de habitarla los transeúntes, piensa en cómo algunos espacios podrían ser más amigables, menos hostiles. A Coppelia le gustan las calles tranquilas y bonitas, pero también aquellas caóticas, confusas, impresentables.
De la marginalidad a la inclusión, una revolución silenciosa pero posible
Coppelia es diseñadora industrial, con magíster en antropología y doctorado en ciencias sociales. Trabaja en la Facultad de Diseño Industrial de la Universidad Pontificia Bolivariana como docente investigadora y hace parte del Grupo de Estudios en Diseño (GED) de la UPB. Buena parte del enfoque de su trabajo como investigadora está orientado a la antropología urbana y a los procesos de ciudad. La participación de Coppelia en este proyecto encaja directamente con aquello que ha sido su pasión y su principal enfoque de trabajo
“Habíamos tenido acercamientos con Bellas Artes antes de iniciar el proyecto de Barbacoas. Varios profesores sabían que en el GED de UPB tenemos experiencia y fortalezas en proyectos de intervención de espacio público desde el diseño. Entonces para el proyecto de Barbacoas, la Bolivariana recibió la invitación de Bellas Artes para vincularse, no solo por nuestra experiencia en temas de ciudad sino también porque para la convocatoria Investigarte 2.0, se requería que uno de los aliados tuviera la calificación más alta en investigación otorgada por Mincencias y en este caso, el Grupo de Estudios de Diseño está calificado con el nivel A1”.
¿Cuál fue su papel o su trabajo específico en el proyecto Barbacoas?
“Mi cargo en el proyecto es el de investigadora principal, es decir, yo soy la persona que responde ante Minciencias, soy la líder del proyecto en asuntos logísticos y jurídicos; pero, en realidad, todos los investigadores hacemos de todo. El proyecto se dividió en dos equipos, tres personas con enfoque social: el profesor Mario Naranjo del Pascual Bravo, Teresita Rivera de Corporación Ítaca y yo desde UPB. El otro equipo es de enfoque creativo, conformado por los investigadores Andrea Cuenca, Omar Ruiz, Alejandro López y Juan David Manco, Stiven Bohórquez, todos de Bellas Artes. Ellos han formulado las obras artísticas y algunos trabajos que se han hecho con la comunidad. Pero a la hora de hacer las obras, los ejercicios de socialización o los talleres de cocreación con la comunidad, hemos participado todos por igual».
¿Cómo puede describir la demografía del sector?
«Es complejo porque la Alcaldía de Medellín todavía está trabajando en la caracterización del territorio, no hay un censo de población. Nosotros como investigadores estamos haciendo una caracterización de las actividades económicas de la comunidad que vive allá, sobre todo porque hay una gran población migrante de Venezuela que está recientemente asentada. Aparte de esto, no tenemos con exactitud los datos. Lo otro que dificulta hacer la caracterización es que hay mucha población flotante o en tránsito; por ejemplo, una familia llega y se queda por una semana o por un mes, mientras encuentran otro lugar. Incluso nosotros hemos tenido estas dificultades con los niños y los jóvenes que trabajamos en el territorio, cuando logramos tener niños sensibilizados para participar en las actividades, los papás arrancan y se los llevan para otro lugar, entonces perdemos esos vínculos, esa sí es una constante en el proyecto”.
¿Qué aportan las expresiones artísticas a una comunidad como la de Barbacoas?, ¿Cómo cree usted que se pueden transformar las dinámicas del sector a partir del arte y la cultura?
“Hablar de transformación es un concepto muy ambicioso, personalmente creo que el territorio no se transforma de forma inmediata, no podemos esperar que por medio de intervenciones cortas se logren cambios profundos o de largo alcance en la población. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que el arte es el pretexto para generar dinámicas diferentes a las que se viven en el sector; por ejemplo, los talleres de dibujo, los conversatorios alrededor de lo que los habitantes piensan, sienten acerca de su territorio, cómo lo ven, porque la mirada que hay desde afuera es muy compleja. Desde cualquier arista social, cultural, educativa, económica solo se ven problemas; pero, a pesar esto, cuando hacemos estos ejercicios tenemos la intención de reconocer referentes identitarios, entender cómo la comunidad ve su territorio, cómo lo entiende, cómo lo percibe, cómo nos hablan de él.
Las actividades relacionadas con el arte son el pretexto, no son la salvación pues permiten que las personas se encuentren para reflexionar en torno a su realidad, para reconocerse y reconocer al vecino, para darse cuenta que hay posibilidades diferentes a la pobreza, a la prostitución, a la violencia, al consumo de estupefacientes. Estos ejercicios apoyados en el arte nos han permitido reconocer capacidades en la nueva generación de Barbacoas que, finalmente, son con quienes hemos hecho los semilleros integrados por adolescentes y niños de este territorio”.
¿Qué son los referentes identitarios y cuáles han logrado identificar en barbacoas?
“Más que referente identitario hablemos de identidad. La identidad es el conjunto de características que tiene un grupo y que permite diferenciarse de otro. Porque si bien el nombre del proyecto es prácticas de resistencia y valores identitarios, se hace referencia a lo que hacen las personas para resistir y sobrevivir en un territorio tan hostil y con tantos inconvenientes. En el caso de Barbacoas, hay unas dinámicas y prácticas de resistencia relacionadas con el arte, incluso pueden ser contestatarias si se quiere ver así, pero funcionan”.
¿Cuáles son esas prácticas de resistencia y qué significado tienen en este sector?
“Lugares como el museo de Abraxas, que se ganó el Guinness Récord por tener el collage más grande del mundo, la galería Divas que en su momento fue uno de los puntos de encuentro y práctica de resistencia apoyados por el arte, haciendo que Barbacoas no solo fuera reconocido por ser sitio de prostitución trans y microtráfico, sino por tener una galería de arte dedicada al erotismo, al cuerpo y al territorio. Otra práctica de resistencia es el taller del artista Jorge Zapata, con el hecho de tomar la decisión de enfocar su arte en la cotidianidad del centro de Medellín, tan común para muchos, pero tan extraña y caótica para otros, y decidir montar su taller en un lugar tan difícil como es los bajos del metro donde hay mucha población de habitantes de calle y consumo de drogas. Otra práctica relevante la expresa Santiago, uno de los chicos de nuestro semillero, quien montó un taller de carpintería con las maderas de desecho que se recogen en el sector y se dio cuenta de que a través de eso él podía tener un método de subsistencia, eso es resistencia.
Todo lo anterior se ha identificado en términos del arte, de lo objetual y de responder a necesidades específicas. Como investigadores encontramos una riqueza infinita en el territorio y creemos firmemente que lo que sucede en Barbacoas se puede narrar a través de otras experiencias más dóciles que están atravesadas por el arte. La población infantil es muy grande, pero no tienen ni conocen otra realidad que la que viven en su casa o en su cuadra. Por ejemplo, el museo de Abraxas queda a la vuelta de la calle donde está pintado el mural y los niños que viven en esa cuadra no saben del museo ni lo conocen, entonces una práctica de resistencia es conocer su propio territorio. Otros niños viven cerca de la avenida Oriental pero no conocen el centro a pesar de vivir ahí mismo, entonces también queremos relacionarlos con su ciudad. Yo siento que Barbacoas es un gueto, en el que los mismos habitantes se han encargado de ‘enconcharse’, porque es otra manera de sobrevivir y subsistir”.
¿Qué políticas públicas se requieren para acompañar las dinámicas cotidianas de este espacio, para resolver las necesidades más apremiantes que tiene la comunidad, especialmente la nueva generación?
“El problema es que no hay políticas públicas implementadas en este territorio, y esta es una pregunta específica que el profesor Mario Naranjo puede responder con mayor precisión. Sin embargo, creo que son tantas las necesidades y tan complejo el territorio, que esto va más allá de una política pública. Lo que es muy importante es que la institucionalidad vuelva la mirada a las nuevas generaciones. Por ejemplo, nosotros con proyectos como este buscamos arrancar a un mínimo de niños y jóvenes de las problemáticas que viven, que conozcan otros espacios, que vean que tienen alternativas para vivir aparte de las que ellos conocen en Barbacoas, porque finalmente es muy normal que naturalicen el entorno en el que viven, que vean normal el consumo de drogas, la prostitución, el tráfico de armas. Es como sembrar una semilla y tener la esperanza de que algún día germine”.
Descríbanos ¿Cómo fue su primera visita a Barbacoas, qué pasó ese día, a quiénes conoció, qué sensación le generó el espacio?
“Por mi participación en el Observatorio Proyecto y Vida Pública de la UPB debo trabajar muchos temas de ciudad y hacer recorridos con mis estudiantes. En ocasiones, también me gusta hacerlo con amigos que no viven en Medellín, de hecho soy muy cercana a alguien que se ha dedicado a hacer tours para extranjeros, entonces ya había hecho varios recorridos de ciudad en el centro de día y de noche. En algunas de esas visitas, al terminar el recorrido llegamos a Barbacoas. La vez que el guía nos llevó allá, no lo hizo con el fin de exotizar la realidad del sector, sino que nos llevó con la intención de mostrar otras realidades y otras facetas de la ciudad, obviamente entre el público había morbo y curiosidad por esa otra cara de Medellín, pero a muchos de los que íbamos en ese recorrido nos pareció muy valioso descubrir la fascinante galería Divas, en medio de esas dinámicas que vive el sector, sobre todo en la noche.
Aunque yo ya había visitado el sector, debo confesar que la calle donde está el mural me parecía muy intimidante, por lo que veía: jíbaros, personas consumiendo drogas, prostitución trans, el olor y el humo del bazuco, la indigencia; es decir, en una sola calle estaba recogido todo lo denso y lo complejo de una sociedad. Cuando llegué al proyecto y volví a esa calle, la sensación fue de miedo, desconfianza y vulnerabilidad. Sin embargo, a medida que regresaba al sector en diferentes horarios del día, me fui acostumbrando y los habitantes también se fueron acostumbrando a nuestra presencia, entonces esa tensión fue bajando”.
Por su ubicación detrás de la Catedral Metropolitana, la calle Barbacoas tiene un simbolismo, de hecho, la llaman “la calle del pecado” ¿Cree que esta carga simbólica ha generado más estigmas en los habitantes?
“Creo que la Metropolitana es parte de esta historia, creo que sin ella no sería lo mismo y justamente el asentarse la población trans y marginada al lado de la catedral, es parte de su identidad; a lo mejor si no estuviera la catedral ahí en ese mismo espacio, no generaría tanto ruido y contraste”.
¿Cuál es la importancia de la migración venezolana en este sector?, ¿cree que la manera como se acoge al venezolano en Barbacoas es distinta a como se reciben en el resto de la ciudad o del país?
“Desconozco mucho el tema, pero sí sé que hay un asunto muy interesante acerca de la reactivación económica que se ha despertado en el sector de cuenta de la migración venezolana, porque muchas personas montaron negocio de comidas y hasta de licores autóctonos de Venezuela; de hecho, el profesor Alejandro hizo el mapeo de una ruta gastronómica en el sector que apareció gracias a la migración venezolana, esto se convierte en un referente identitario en términos de la informalidad, pero que también nos está contando algo”.
¿Qué aspecto cree que es importante que el ciudadano del resto de Medellín conozca de Barbacoas?
“Lo que tenemos que aprender es que las ciudades están amalgamadas con asuntos de todo tipo y todos vivimos en una misma ciudad; es decir, yo vivo en la misma ciudad en la que convive la gente de Barbacoas, no es otra, es la misma, así queramos hacer diferencias y abrir brechas. Creo que me pasa mucho con mis estudiantes que viven en una especie de burbuja de la que no salen y todo parece perfecto. Cuando se piensa que la ciudad está compuesta por lo que vivimos cotidianamente, en el perímetro en el que nos movemos salir de esa zona de confort da pereza, o parece poco relevante; sin embargo, tomar riesgos y descubrir nuevos espacios y actividades es reconfortante con uno mismo y permite el reconocimiento del otro y hasta de la misma ciudad. Pero para que esto suceda, primero se debe dar una visibilización como la que se logra a través de este proyecto.
El hecho de que Minciencias haya dado por ganadora nuestra propuesta de investigación, es un voto de confianza de que este tipo de ejercicios son viables. Otro paso importante es que la academia apoye estas investigaciones, que destine recursos para que sus profesores trabajen en un sector deprimido de la ciudad; desde las disciplinas que tenemos los diferentes investigadores que hacemos parte del proyecto; por ejemplo, yo como diseñadora industrial que no estoy ahí produciendo un diseño, en términos concretos de objetos o sistemas, sino que nos convertimos en agentes facilitadores en procesos sociales y culturales para crear nuevas prácticas y significados asociados a las necesidades reales de las personas. desde lo social y lo espacial”.