Juan David Manco

Un piano, un estandarte con partituras y cuadros de Lorca, enmarcan la charla con el profesor Juan David, miembro del equipo investigador del proyecto, para quien esta experiencia ha resultado transformadora, desde lo profesional, pero sobre todo, desde lo personal.

Juan David Manco

Juan David Manco 1024 575 BIP Barbacoas

Un piano, un estandarte con partituras y cuadros de Lorca, enmarcan la charla con el profesor Juan David, miembro del equipo investigador del proyecto, para quien esta experiencia ha resultado transformadora, desde lo profesional, pero sobre todo, desde lo personal. El proyecto, asegura, lo trasladó del escenario pulcro, limpio y magistral en el que ha estado acostumbrado a componer y a trabajar, hacia uno más crudo, inexplorado y enigmático, que le ayudó a vencer el miedo e incorporar nuevas realidades.

El maestro que se unta de calle por amor a la investigación

Juan David es músico compositor, con maestría en teoría musical y doctorado en artes de la Universidad de Antioquia y, actualmente, se desempeña como docente investigador en Bellas Artes. “El interés en trabajar esta propuesta surgió del miedo que había tenido siempre a habitar el centro de la ciudad. Ese miedo me llevó a pensar en varios sitios del centro que nunca había transitado. Además, yo quería dejar de hacer un trabajo solo teórico, para poder untarme de la calle, así que fue la oportunidad perfecta para lograr esas dos cosas y, definitivamente, esta experiencia me ha transformado”.

¿Cómo se vincula al proyecto?

“En 2020 nos enteramos de la convocatoria de Investigarte 2.0 de Minciencias y los tres docentes investigadores de Bellas Artes, que estamos en las áreas de artes plásticas, diseño y música, pensamos que podíamos participar con un proyecto que tuviera que ver con comunidad y que se diera precisamente en algún lugar del centro de la ciudad. A eso se suma que siempre he sido un investigador muy teórico y quería tener la experiencia del trabajo con la comunidad, salir del confort de un estudio para ir a investigar lo que ocurría en la calle”.

¿Cuál fue su papel o su trabajo específico en el proyecto Barbacoas?

“Mi rol ha sido de investigador creador, orientado a la reflexión teórica y a identificar las prácticas de resistencia. Los tres investigadores de Bellas Artes hemos estado muy presentes en la reflexión teórica, conceptual y estética del proyecto. Al inicio decidimos hacer una división interna para organizar mejor los roles y las funciones. Entonces hay un grupo que se ha denominado el grupo social, en el que están Teresita Rivera, Mario Naranjo y Coppelia Herrán; y otro que es el grupo artístico que somos Alejandro López, Andrea Cuenca, Stiven Bohórquez y yo. 

Desde nuestro papel como investigadores, hemos hecho un trabajo de campo muy importante con la comunidad, cartografías, estesiografías y hemos levantado una serie de procesos teóricos, metodológicos y artísticos, que ya empiezan a dar sus frutos; por ejemplo, con la producción de obra, la participación en eventos académicos y la escritura de artículos. Otro de mis papeles dentro del proyecto ha sido la creación artística, yo apoyé a la joven investigadora Alejandra Cárdenas como supervisor de su participación en el proyecto con la Carreta Sonora, de la cual salieron cinco piezas, tres son de Alejandra y dos son de mi autoría. El proyecto fue liderado cien por ciento por Alejandra”. 

“Entender que las prácticas sociales que se desarrollan en Barbacoas tienen un valor muy significativo. Por ejemplo, hablar de prácticas de resistencia y valores identitarios, es entender que la comunidad tiene una potencia muy grande, no solo la resiliencia que han demostrado, sino que en la cotidianidad de sus acciones sociales hay una potencia de resistencia maravillosa porque justamente lo que hemos entendido por resistencia es la capacidad que tienen los sujetos de ir de la supervivencia, a acciones vitales, sin las cuales dejarían de existir, hasta a asuntos relacionados con la pervivencia, acciones a través de las cuales suplimos necesidades estéticas y espirituales.

¿Qué aportan las expresiones artísticas a una comunidad como la de Barbacoas, cómo cree usted que se pueden transformar las dinámicas del sector a partir del arte y la cultura?

“Como grupo hemos tratado de pensar en dos líneas la producción artística: una que establezca interacciones directas con la comunidad y a través de las cuales la comunidad pueda verse reflejada. Como resultado de este ejercicio se elabora el mural, una obra en la que la comunidad, sobre todo los chicos, tuvieron una gran participación. Hemos querido estar muy ligados a estos procesos que se conocen como ‘arte relacional’, donde no es el artista el que llega a crear sino que desarrolla un proceso de lectura y entendimiento de la comunidad, incluso participa con ellos en la creación de obras. Esta ha sido la base de la mayoría de las obras que se han hecho, porque no tiene mucho sentido que llegue el artista a invadir el sector, sino que, por el contrario, involucra a la comunidad para que se sienta parte del proceso. 

En el caso del mural, si bien Omar Ruiz Hidalgo es el líder del proceso artístico, tenía muy claro que él no quería llegar a pintar y a hacer un mural él solo. Él quería que allí quedara plasmado todo el pensamiento y trabajo que se hizo con la comunidad, en los talleres que se hicieron previos a la intervención del mural con niños y jóvenes. Allí ellos plasmaron todo lo que les afectaba del sector, lo que más les gustaba, lo que querían ver en el mural. Así que esta obra es una expresión de los niños y jóvenes que habitan este territorio. Se puede consolidar como una manera de representar sus miedos, sus sentimientos, lo que valoran. 

Que esa obra esté intacta, después de casi un año, nadie la ha tocado ni la ha dañado, demuestra un sentido de pertenencia de la comunidad por el mural, da cuenta de la apropiación y de la identificación que tienen con lo que está allí representado”.

¿La otra línea de producción artística en qué se enfocó?

“La otra línea sale de la reflexión sobre cómo podríamos potenciar el objeto artístico para generar procesos de difusión en otros espacios o contextos, donde pudiéramos ir a hablar y proyectar lo que sucede en Barbacoas. Ahí surgen propuestas como la de Stiven Bohórquez, que es un performance llamado Una cama. Mil y una vidas, el cual reflexiona acerca de la prostitución trans. La idea es contar algo de Barbacoas en otros contextos; por ejemplo, la performance se trasladará a las vitrinas del Museo de Antioquia ubicadas en la calle Cundinamarca. Queremos sacar la obra del territorio para contar algo sobre él, para visibilizarlo. 

Además de eso, se creó La carreta sonora para generar sensibilidad frente a lo que escuchamos, que no todo es visual, sino que el sonido nos dice mucho de un sector. A partir de diferentes capturas de audio que se realizaron en diferentes salidas de campo, así como de la elaboración de dos talleres con jóvenes de Barbacoas, se generaron los insumos para la creación de una cartografía sonora del territorio desde el concepto de ‘Sonoridades de Resistencia’. Estas sonoridades se clasificaron en cinco piezas: el rebusque en la calle, colectividades y comunidades, la cuadra entonada, el laburo y expresiones estéticas. Esta obra muestra cómo el sonido representa la identidad de un sector y se hizo con una carreta de madera construida por Santiago, un chico extraordinario de la comunidad, igual a las que se usan para vender en las calles, hicimos un recorrido por varios sectores del centro de la ciudad transmitiendo los diferentes sonidos de Barbacoas”.

¿Qué considera usted que debe quedar como aporte o legado de este proyecto en los habitantes de esta comunidad?

“Entender que las prácticas sociales que se desarrollan ahí tienen un valor muy significativo. Por ejemplo, hablar de prácticas de resistencia y valores identitarios, es entender que la comunidad tiene una potencia muy grande, no solo la resiliencia que han demostrado, sino que en la cotidianidad de sus acciones sociales hay una potencia de resistencia maravillosa porque justamente lo que hemos entendido por resistencia es la capacidad que tienen los sujetos de ir de la supervivencia, a acciones vitales, sin las cuales dejarían de existir, hasta a asuntos relacionados con la pervivencia, acciones a través de las cuales suplimos necesidades estéticas y espirituales. 

Se trata de comprender lo que está más allá de lo material, de reflexionar sobre el significado de la producción de tinto y colada 24 /7 en ese sector. Esa es una práctica de resistencia. O ver lo que sucede con las chicas trans en medio de sus conflictos, de su apropiación del espacio, pero también en medio de sus prácticas, algunas de ellas diseñan sus propios vestuarios, eso nos está mostrando otras cosas que normalmente no vemos en la superficie”.

¿Qué debe entender sobre este sector el resto de los habitantes del centro o de Medellín?

“Que la comunidad de Barbacoas la tiene clara, que hay unos valores enormes allí y unas prácticas sociales muy importantes. Que es necesario que otras personas los reconozcan, porque uno de los problemas identificados por esta investigación es la exclusión que este sector ha tenido siempre, no solo desde el punto de vista institucional, sino también de la sociedad externa a este sector. El impacto más importante que se logra es que estas prácticas se proyecten fuera, que la sociedad y la Institucionalidad reconozcan que se debe cerrar la brecha de exclusión que existe. Este es un sector del cual debemos aprender muchísimo, allí conviven las trans, conviven extranjeros, el vendedor informal, las familias con sus niños, es un asunto de la diversidad donde se logra una gran ‘convivialidad’”. 

¿Qué políticas públicas se requieren para acompañar las dinámicas cotidianas de este espacio y para resolver las necesidades más apremiantes que tiene la comunidad, especialmente la nueva generación?

“Ahora se están adelantando gestiones para la creación del distrito de la diversidad, eso está muy bien, pero el fenómeno trans no es lo único, es una de las prácticas de este sector. Por ejemplo, los chicos no tienen espacios de recreación, una biblioteca cercana o lugares donde ellos puedan complementar su formación académica; de hecho, desde el proyecto estamos pensando en dejarles una pequeña biblioteca a la que puedan acceder para acercarse a la literatura. También se deben pensar estrategias que permitan mejorar el tema de las prácticas laborales informales. Proteger a la población infantil y juvenil, hay mucho que hacer en ese sector y desde las políticas públicas se pueden emprender proyectos muy interesantes con la misma comunidad”.

Descríbanos ¿Cómo fue su primera visita a Barbacoas, qué pasó ese día, a quiénes conoció, qué sensación le generó el espacio?

“La primera vez que fui fue una experiencia maravillosa, aunque tenía miedo, estaba relativamente tranquilo porque íbamos en grupo, eso fue como en 2020 en plena pandemia, y Divas se convirtió en nuestro centro de operaciones. Recuerdo que ese día me fui en taxi y lo primero que vi fue una acera llena de chicas trans, y el hecho de no reconocer esas imágenes dentro de mi cotidianidad, me generó temor. A los días siguientes fuimos de día a recorrer con Teresita el sector, a ver los lugares en otra dinámica diferente a la que se da en la noche. 

Ir hoy a Barbacoas es un asunto de disfrute, de pensar en las acciones que transforman un poco la realidad y cotidianidad de la comunidad, ver a los ojos a las personas, ser más sensibles en la escucha, a los olores, es un sitio que tiene una diversidad de olores impresionantes, puedes pasar rápidamente de un local de pescados, a un local donde trabajan con hierro, luego pasar a oler el incienso de las tiendas religiosas o esotéricas. Definitivamente en este tipo de proyectos uno se transforma con el objeto de estudio, uno ya no vuelve a ser el mismo”.