Stiven Bohórquez

El profesor Stiven ha vivido varias vidas en Barbacoas y Barbacoas también ha vivido en él. Habitar el sector le ha permitido cultivar el carácter, le ha enseñado de sensibilidad, identidad y supervivencia. Este barrio es, de muchas maneras, su propio laboratorio.

Stiven Bohórquez

Stiven Bohórquez 2560 1440 BIP Barbacoas

El profesor Stiven ha vivido varias vidas en Barbacoas y Barbacoas también ha vivido en él. Habitar el sector le ha permitido cultivar el carácter, le ha enseñado de sensibilidad, identidad y supervivencia. 

Un territorio familiar, que se vuelve laboratorio vital

Desde su rol como investigador de este proyecto, ha tenido la oportunidad de acercarse nuevamente y encontrar otros rostros y nuevas historias gracias a los ejercicios que se han realizado. “Se han hecho talleres creativos, talleres de producción literaria, talleres de análisis alrededor del sonido. Por ejemplo, para el mural se constituyó un grupo que se autodenominó la nueva generación Barbacoas. Un grupo de jóvenes habitantes del sector desde el cual podíamos rastrear estudiantes universitarios, estudiantes de colegio o aquellos en estado de desescolarización, con otra perspectiva nueva del sector, es decir, han constituido grupos que han reivindicado su visión y su manera personal y particular de reapropiarse de la zona”.

El investigador Stiven Bohórquez es artista plástico de la Universidad de Antioquia, con una maestría en Estudios Avanzados en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca y un doctorado en Historia del Arte y Musicología por dicho claustro académico. Hace parte del componente creativo del proyecto y estuvo a cargo de una de las obras que deja él mismo: la performance Una cama. Mil y una vidas

¿Cuál fue su papel o su trabajo específico en el proyecto Barbacoas?

“Los investigadores decidimos dividirnos en dos grupos: el primero, o grupo social, son los investigadores que tienen formación social o mayor acercamiento a las políticas públicas y, el segundo, lo hemos denominado “el creativo” donde estamos los formados en el campo de las artes visuales. Yo hago parte de ese último grupo”.

¿Qué aportan las expresiones artísticas a una comunidad como la de Barbacoas?, ¿Cómo cree usted que se pueden transformar las dinámicas del sector a partir del arte y la cultura? 

“Yo creo que el arte y la cultura impactan cualquier espacio en la medida que producen símbolos y signos de transformación. Es decir, uno podría preguntarse si en realidad el arte cambia al mundo y yo creo que la respuesta, claramente, es no;  sería muy pretencioso establecer que la llegada del arte y de la cultura a un espacio lo transforme inmediatamente. Sin embargo, estas manifestaciones posibilitan un discurso, un cuestionamiento alrededor de fenómenos que posteriormente pueden transformar un espacio. Eso me recuerda mucho al filósofo Gilles Deleuze cuando decía que ‘toda obra de arte es un llamado a los pueblos que aún no existen’. A través de estas manifestaciones visuales, sensibles y plásticas, lo que buscamos es cuestionar los prejuicios que existen en un lugar tan denso como Barbacoas y nos preguntamos cómo es posible transformarlo, o reivindicar asuntos vistos desde otras ópticas. Nuestro objetivo tampoco es llegar al espacio como una figura de acceso que coloniza, como si fuéramos unos superhéroes que pueden enseñar lo correcto. Nuestro papel es llegar al espacio a comprender las formas y las maneras que tienen las personas que lo habitan enteramente para relacionarse con la existencia, analizando así otras visiones del mundo”.

¿Qué considera usted que debe quedar como aporte o legado de este proyecto en los habitantes de esta comunidad?

“El mayor aporte que puede quedar a la comunidad es el valor desde lo simbólico, es decir, el mayor resultado que logra este proyecto es que el habitante del sector reafirme su relación con el espacio, reafirme la manera como lo habita y cómo habita el mundo. Me parece complejo que siempre se alude al abandono o al cambio de lugar como respuesta a las problemáticas sociales; en cambio, considero que nuestro aporte debe ser que los habitantes aprendan a valorar el espacio que ya existe y que habitan, ese es un aporte importante”.

¿Qué políticas públicas se requieren para resolver las necesidades más apremiantes que tiene la comunidad, especialmente la nueva generación?

“Yo creo que eso implica un análisis de múltiples frentes, dado que es una población que tiene enormes necesidades y suplirlas todas implicaría una serie de políticas públicas aisladas. Desde el principio del proyecto el profesor Mario Naranjo se ha dado a la tarea de analizar cómo las políticas públicas en el sector son prácticamente inexistentes, es decir, la problemática no es modificar algo existente, sino construirlo. Es importante entender a quienes están en el territorio, empezar por escucharlos. 

De un lado, se requieren mecanismos más cercanos de apoyo en torno al ejercicio de la prostitución dado que esta es una población abandonada, con muchas problemáticas sociales derivadas del oficio, entonces ahí hace falta un apoyo normativo, una regulación, una legalización explícita porque el ejercicio sigue estando en un limbo jurídico, y son personas muy estigmatizadas, con vidas complejas y sin ningún tipo de apoyo. 

Igualmente, se requiere una oficialización del trabajo informal, de las personas que salen diariamente al rebusque, es muy complejo para esta población buscar la supervivencia cuando no hay un apoyo gubernamental que lo facilite. También es importante tener las herramientas para garantizar el acceso educativo de los niños y jóvenes del sector, finalmente creo que todo empieza por ahí, si no existe un apoyo educativo para la nueva generación, es muy difícil plantear salidas y alternativas para cambiar las dinámicas sociales”.

¿Cómo fue su primera visita a Barbacoas, qué sensación le generó el espacio?

“Desde que tengo uso de razón he tenido una relación cercana con Barbacoas y este sector del centro porque  diferentes momentos de mi vida me han llevado a ese espacio. Yo provengo de una familia que siempre ha habitado y trabajado en la calle. Mi padre adoptivo, que en paz descanse, vendía CD y películas cerca a este espacio, un par de cuadras más abajo, cerca del Museo de Antioquia. Esa fue la manera como sacó a su familia adelante durante mucho tiempo. Yo lo acompañaba en ocasiones a su trabajo cuando no tenía que estudiar, entonces ya conocía el espacio, fue natural para mi pasar por ahí tomado de su mano, pero como te digo, un asunto muy inocente, el espacio no reflejaba problemáticas sociales; para mí, era básicamente una buena salida de domingo con mi papá. 

Entonces, cuando el tiempo pasa, me conscientizo de esas problemáticas sociales, empiezo a analizar el mundo desde otra visión, impulsado por la formación académica. Luego, durante la adolescencia, viví un tiempo en ese sector, a una cuadra de la llamada ‘calle del calzoncillo’, en una unidad cerrada que se llamaba Prados de Villanueva. Ese espacio fue natural para mi porque yo tenía que atravesar la calle Barbacoas para ir al gimnasio, al centro, realmente era mi barrio. 

En el 2020 tuve un reencuentro con Barbacoas mientras hacía mis estudios en el exterior pues estaba trabajando el tema de la disidencia sexual y el arte, encuentro un interés muy amplio en las manifestaciones que se han creado alrededor de esta temática, es por eso que yo empiezo a investigarlo y vuelvo a Barbacoas nuevamente desde una visión de estudio. Donde también me encuentro con Jorge Alonso Zapata y sus representaciones del ejercicio de la prostitución transgénero, que fuera un artista relacionado con este proyecto cayó como anillo al dedo. Siento que Barbacoas siempre ha tenido para mí un valor histórico del que siempre he rescatado muchos aspectos y ahora trabajar en el territorio fue una gran oportunidad”.

Desde su punto de vista como artista plástico, ¿Cómo ha cambiado el perfil del habitante de Barbacoas en los últimos 10 años? 

“Es una pregunta compleja, pero trataré de responder. Se han intentado realizar procesos de gentrificación en Barbacoas y siento que, de alguna manera, el espacio se está ocupando de clubes nocturnos que cada vez son más ‘cachés’; sin embargo, hay una fuerza de resistencia en el sector porque es un lugar de resguardo de reivindicación y libertades de Medellín, no en vano es el lugar desde donde salen las marchas del orgullo gay y LGTBIQ+. Este ha sido un lugar intervenido por manifestaciones artísticas y simbólicas de muchos artistas, y se ha naturalizado que sea habitado por agentes externos culturales que previamente nunca lo habían habitado. 

El lugar que era plenamente marginal que, aunque sigue siendo un espacio con muchas problemáticas sociales, cada vez más es habitado por agentes externos al sector: el ciudadano de a pie, el homosexual que no es del sector pero que se siente cómodo en Barbacoas, las personas que visitan los bares…. Entonces creo que la relación con el espacio en los últimos 10 años se ha modificado en el sentido de que se ha democratizado; cada vez son más las personas que van allí, que no tienen temor a visitarlo, y esto no significa que el espacio haya cambiado o que haya menos delincuencia, o se venda menos droga, claramente estas son prácticas que afectan el sector, sería hipócrita negarlo, pero a lo que me refiero es que, cada vez, hay más gente que se siente representada con el espacio”.

Por su ubicación detrás de la Catedral Metropolitana, la calle Barbacoas tiene un simbolismo, de hecho, la llaman “la calle del pecado” ¿Cree que esta carga simbólica ha generado más estigmas en los habitantes?

“Yo creo que la Catedral Metropolitana le da un contexto simbólico al sector, inclusive este aspecto ha sido una constante en las manifestaciones artísticas que se han representado en el espacio. Sin embargo, el nombre de la calle del pecado no sé si se entienda desde ese concepto religioso, creo que hay que rastrearlo desde mucho tiempo atrás, inclusive me atrevería a decir que este apelativo se remonta al 7 de abril de 1968 cuando se quema la plaza de Guayaquil, lo que empuja a la población delincuencial y con prácticas moralmente cuestionables para el antioqueño tradicional, que era lo que en Guayaquil más se encontraba, a ubicarse más al norte, llegando a Barbacoas”.